La cultura Pop
conlleva una modificación de actitudes respecto al objeto. Los objetos han
dejado de ser únicos como ocurría con el arte hasta entonces. Las cosas que
usamos han sido hechas idénticas a millares, cada una de ellas es idéntica al
resto. Muchos objetos son valorables en función del papel que desempeñan y los
servicios que prestan. Las obras de arte padecen también esta actitud: se
convierten en acciones o funciones, más que en cosas. El Pop-art comparte esta
característica con otros estilos contemporáneos suyos: el Op art y el Arte
Cinético.
Una pintura
Pop es a menudo un suceso congelado, nos topamos con él un momento y ya ha
cumplido su tarea. No necesitamos volver a mirarlo de nuevo, es para usar y
tirar.
Uno de los
primero descubrimientos que hacemos cuando empezamos a mirar cuidadosamente las
pinturas Pop es que muy poco de ellas nos llega de primera mano, en cuanto resultado
de la propia observación directa del pintor.
Esta no
re-crea, elige. Elige de entre imágenes que ya han sido procesadas.
Lo que a
menudo parece interesar al pintor pop es que el objeto esté despersonalizado,
que sea típico en vez de individual. El Pop rehúye lo particular.
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