martes, 15 de febrero de 2011

HELENISMO. 324 a. C. en adelante.




Después de la derrota de Queronea en el 338 a. C., los griegos se someten al imperialismo de los macedonios. El helenismo será la época en la que la cultura escrita griega se expandirá por grandes centros de poder del Mediterráneo y Asia Menor, extendiendo sus influencias y recibiendo influencias orientales que llevarán a un cambio en el gusto de su estatuaria  que se convertirá en más recargada y trágica. Se crearán grandes bibliotecas que ayudarán a difundir los conocimientos por las tierras que habían sido de Alejandro. Al final de la época clásica se fueron sustituyendo los volúmenes sencillos de las esculturas por otros que eran más recargados y con unas actitudes menos hieráticas, mas humanas. El geometrismo inicial da paso a una mayor fidelidad a la naturaleza sin perder la idealización que de ella se hace, a través de la organización y la armonía. Las formas de la escultura se vuelven más retorcidas y desesperadas[1], del clasicismo jónico se pasará al barroquismo corintio. La geometría de formas ordenadas y sencillas irá dando paso a unas formas más trágicas y retorcidas en la composición y en los motivos.
“Fue en esta época y en esta atmósfera cuando las personas acaudaladas comenzaron a coleccionar obras de arte, a tener copias famosas si no podían poseer los originales, y a pagar precios fabulosos por aquellas que podían obtener.”[2]
El artista que se encarga de hacer las obras está ahora mejor considerado a pesar de que trabaja con las manos.
“Durante el helenismo se imponen determinadas formas burguesas de vida que conducen parcialmente a una nueva configuración de los anteriores criterios de prestigio; (…). Por primera vez en la época en que los ideales agonales dejan de ser predominantes, esto es , al final de la vigencia de la polis como forma de Estado y de sociedad, se abre camino una nueva valoración del trabajo y, con ella una nueva actitud ante el artista plástico.”[3]
El pensamiento de esta época está representado por el epicureismo, estoicismo y escepticismo. En los tres casos podríamos hablar que representan una crisis de la polis, de manera que el pensamiento se orientará más hacia la felicidad, la interioridad y la amistad. La sociedad, debido a las influencias exteriores, se volverá más cosmopolita. De este período es Eurípides, el cual desprecia en sus obras la guerra y sus personajes son trágicos y muestran con fuerza pasiones y defectos humanos.
Fue Nietzsche el que trató el tema de lo antitético del arte griego diferenciando entre lo dionisíaco y lo apolíneo:
“Hemos de comprender que en el carácter y en la cultura de Grecia hay dos vertientes: la de la moderación, del arte, de Apolo y las divinidades olímpicas, y, por el otro lado, la del exceso, de la afirmación desenfrenada de sí mismo, de los frenesíes dionisíacos, tal como se la puede ver descrita en Las Bacantes de Eurípides. Así como bajo los espléndidos logros de la cultura griega encontramos el abismo de la esclavitud, así también bajo el mundo de ensueño de la religión y del arte olímpicos encontramos el abismo del frenesí dionisiaco, del pesimismo, de todas las modalidades de la falta de moderación. Puede que, después de todo, no sea enteramente gratuito suponer, siguiendo la inspiración de Nietzsche, que gran parte de la religión olímpica fuese una represión que se impuso a sí mismo el dionisiaco griego. Llevado por su voluntad de dominio, de poder, a la autodestrucción, el griego crea el mundo de ensueño del Olimpo, cuyos dioses velan sobre él con celo, mirando que no transgreda los límites de la conducta humana. Así da expresión a su consciencia de que las tumultuosas fuerzas que se agitan en su espíritu podrían, en definitiva, perderle.”[4]
Para Nietzsche, el éxtasis dionisíaco con su embriaguez, es lo que precede al acto creativo, el artista dionisíaco “ve” las cosas magnificadas hasta que logra imponer su voluntad sobre ellas[5]. Las pasiones están alejadas de los dioses de forma que lo que se está representando, huyendo de esas formas sencillas a las que aludíamos, son formas humanas, un tiempo humano en el que lo que cuenta es el instante como si de una foto se tratase: congelado en el instante crucial de la acción. De esta forma, el arte, no es sólo entendido en su representación por las clases elevadas ni por las clases bajas; no es usado por los sacerdotes, ni para ponerlo en un templo. Ahora el arte es comprendido por todos porque representa un tiempo humano, y si se quiere, es el capital el que lo utiliza.
“(…) antes del helenismo apenas hubo época alguna en la que orientaciones de estilo y gusto completamente diferentes tuvieran su origen en una misma esfera social, y en la que se creasen obras de arte de los más opuestos estilos para una única clase social, para un único estrato cultural.”[6]


En las últimas etapas de muchas mitologías, las imágenes clave se esconden como agujas en grandes pajares de anécdota y racionalización secundarias; pues cuando una civilización ha pasado desde el punto de vista mitológico al seglar, las imágenes más antiguas ya no son sentidas ni del todo aprobadas. En la Grecia helenística y en la Roma imperial, los antiguos dioses fueron reducidos a patrones cívicos, mascotas domésticas y favoritos literarios. Incomprendidos temas heredados, como el del Minotauro —el aspecto nocturno, terrible y oscuro de la antigua representación egipcio-cretense del dios del sol y divino rey encarnado— fueron racionalizados y reinterpretados para adecuarlos a finalidades contemporáneas. El Monte Olimpo se convirtió en una Riviera de escándalos y asuntos amorosos, y las diosas madres en histéricas ninfas. Los mitos se leían como idilios sobrehumanos.”[7]

“En su obra Lo sagrado y lo profano, Mircea Eliade, profesor de religión comparada, no tiene en cuenta que un universo «sagrado» es un universo dominado por la palabra hablada y por medios orales. Por otra parte, un universo «profano» es aquel en que prevalece el sentido de la vista. El reloj y el alfabeto, al desmenuzar el universo en segmentos visuales, acabaron con la música de la interrelación. Lo visual despoja el universo de su carácter sagrado y produce «al individuo irreligioso de las sociedades modernas».”[8]







[1] “Perdido ya ese equilibrio, que llamamos clásico, se forma en el escultor una nueva sensibilidad, que se complace más en buscar el individuo que el prototipo de perfección física, y prefiere la expresión dramática a la serenidad espiritual, y las actitudes violentas a las reposadas.” En: Angulo Iñiguez, Diego. Historia del Arte. Tomo I. Distribuidor E. I. S. A. Madrid 1962. Cit. p.92.
[2] Gombrich, E. La Historia del Arte. Ed. Phaidon Press Limited. Cit.p.111.
[3] En: Hauser, Arnold. Sociología del arte. “. Arte y clases sociales. Ed. Labor. Col. Punto y Omega nº 241 Barcelona 1977. Cit.p. 340.
[4] Copleston, Frederick. Historia de la Filosofía I. Op.cit.p. 19-20.
[5]Ver: Nietzsche, Friederich. Genealogía de la moral. Ediciones Busma. Col.Poesía y Prosa Popular.nº79. Estudio preliminar. Enrique López Castellón. Madrid, en donde criticando a Kant­ (ver op.cit.p.126-128), Nietzsche expone ésto que estamos diciendo aquí y tambien más arriba sobre el acto creador. En: Nietzsche, Friederich. Ecce Homo. Ediciones Busma. Col. Poesía y Prosa Popular. nº42. Intr: Enrique lópez Castellón. 5ªed. Dic. 1989. (1ª ed. Feb. 1983). Madrid, en donde Nietzsche hace una revisión de manera lúcida de todas sus obras. Y para ver directamente el tema de lo dionisíaco y lo apolíneo como actitudes contrapuestas ante la vida en general y ante el arte en particular, véase: Nietzsche, Friederich. El nacimiento de la tragedia. Alianza el libro de bolsillo nº456. Alianza Editorial. Madrid 2ªed. 1977. Traducción y notas: Andrés Sánchez Pascual. "Hasta ahora hemos venido considerando lo apolíneo y su antítesis, lo dionisíaco, como potencias artísticas que brotan de la naturaleza misma, sin mediación del artista humano, y en las cuales encuentran satisfacción por vez primera y por vía directa los instintos artísticos de aquella: por un lado, como mundo de imágenes del sueño, cuya perfección no mantiene conexión ninguna con la altura intelectual o con la cultura artística del hombre individual, por otro lado, como realidad embriagada, la cual, a suvez, no presta atención a ese hombre, sino que intenta incluso aniquilar al individuo y redimirlo mediante un sentimiento místico de unidad." El ocaso.... op.cit.p.46.. Por otra parte, el problema de los principios y genealogías es tratado de manera particularmente incisiva, junto con el de las causas imaginarias en: Nietzsche, Friederich. El ocaso de los ídolos. Edicones Busma. Col. Poesía y Prosa Popular. nº43. Estudio preliminar. Enrique López Castellón. Trad: Fco. Javier Carrtero Moreno. 2ª ed. Dic. 1989 (1ªed. oct. 1988) Madrid.
[6] Hauser, Arnold. Historia social de la literatura y del arte. 1. Ed. Labor. Colombia. 23ª Ed.1994 (3ªed. Ed. Labor). Cit.p. 136.
[7] Campbell, Joseph. El héroe de las mil caras. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. Primera edición en español, 1959. Cit.p.226
[8] Mcluhan, Marshall. Comprender los medios de comunicación. Paidós comunicación nº77. Ed. Paidós, Barcelona 1994. (1ªEd. The Mit Press, Cambridge, Massachusetts 1964. Cit.p.168.

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