jueves, 3 de febrero de 2011

The Wire (3).


“Es la ilusión de las lágrimas, nada más que eso. La lluvia cae como pequeñas  perlas sobre los hoyuelos de su cara. Los ojos marrones, oscuros y fijos, están  clavados en el pavimento mojado. Las mechas de pelo negro estallan alrededor de  su piel oscura, enmarcando sus pómulos altos y una nariz coqueta y respingona.  Tiene los labios entreabiertos y fruncidos en una ligera mueca. Incluso ahora, es  hermosa.
Descansa sobre su cadera izquierda, con la cabeza girada hacia el otro lado, la  espalda arqueada y una pierna doblada encima de la otra. Su brazo derecho está  encima de la cabeza, y el izquierdo está completamente recto. Los dedos,  pequeños y delgados, se estiran como si quisieran alcanzar algo o a alguien, que  ya no está allí, al otro lado del asfalto.
Tiene la parte superior del cuerpo parcialmente envuelta en una gabardina de  vinilo rojo. Lleva pantalones amarillos estampados, pero están sucios y  manchados. La parte delantera de su blusa y la chaqueta de nailon bajo su  gabardina también están desgarradas, empapadas de sangre por donde la vida se  deslizó de su cuerpo. Una única marca de ligaduras (la profunda mordedura de una  cuerda o de un cordón) cruza toda la circunferéncia de su cuello y cierra el  círculo en la base del cráneo. Encima de su brazo derecho hay una mochila de  tela azul, aún erguida en la acera y repleta de libros, algunos papeles, una  cámara de fotos barata y un juego de maquillaje y sombras de ojos de tonos  rojos, azules y púrpuras. Colores exagerados e infantiles, que apuntan  diversión, más que seducción.
Tiene once años.”(1)

   David Simon, escribió Homicidio en 1991, novela que sirvió posteriormente de
base para la serie The Wire.


(1) Simon, David. Homicidio. Principal de los libros, Barcelona 2010, cit. p.79.




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