lunes, 14 de febrero de 2011

La imagen fotográfica como recuerdo.



              La fotografía representa una ventana al mundo en el sentido icónico de referente = representación que Alberti en 1435 teorizaba apoyado en la cámara oscura:

             “Os diré lo que hago cuando pinto. Ante todo, dibujo un rectángulo en la superficie de lo que he de pintar del tamaño que preciso, al que considero como una ventana abierta por la que se ve el tema a pintar.”(1)

             En el sentido de ventana, la fotografía es considerada como una copia fiel de la realidad, y en muchas ocasiones como la realidad misma. A diferencia de las imágenes pintadas o del dibujo de prensa, la fotografía es percibida como una representación analógica de la realidad, proceso en el que la fotografía acabará sustituyendo a la realidad: ella misma es la realidad. De la misma forma que Narciso(2) ve su reflejo (él mismo convertido en una imagen simétrica suya) y en un principio trata de abrazar al joven que ve en esa imagen(3), imagen de la que acaba enamorado. La fotografía como imagen analógica funciona como una realidad creíble, un universo en sí coherente. Independientemente de si es una fotografía analógica o digital a la imagen instantánea se le da ese valor: el de una realidad congelada, el de un momento irrepetible, único. Para recordar algo, más que a nuestra memoria, recurrimos a la fotografía a la que consideramos más fidedigna que otra alternativa. Esto va con la naturaleza de la fotografía y ocurría ya en sus inicios:

             “La enorme demanda por retratos de familia se debió en buena medida a la alta sensibilidad que frente a la muerte tuvo el siglo XIX, cuando era muy alta la tasa de mortalidad, especialmente en los menores. El slogan publicitario pasó a ser el cuplé que decía ‘Conserva la sombra, donde la sustancia se esfuma/ Deja que la naturaleza imite, lo que la Naturaleza hizo’. Casi todo daguerrotipista se manifestó dispuesto a hacer retratos póstumos.”(4)

             Esta naturaleza de la instantánea de hacer corresponder lo representado con lo real, es contrastada por Guy Gauthier con el dibujo de prensa de la época, al que él otorga otro estatus: verosímil. En contraposición a la fotografía de la que nos dice que es cierto lo que representa:

             “Además [el dibujo de prensa o ilustración] no nos dice: esto es cierto (lo que clama la foto), sino: esto es verosímil. Inmovilizados en pleno movimiento, los personajes parecen posar para el público. Se puede apreciar lo que han hecho ya (antes), se puede sin excesivo esfuerzo adivinar lo que van a hacer (después). Este singular momento que se nos propone es, en consecuencia, toda una secuencia.”(5)




(1)ALBERTI, LEÓN BATTISTA. Citado en: NEWHALL, BEAUMONT. Historia de la fotografía. Ed. Gustavo Gili. Barcelona 2002, en p. 9.

(2)Román Gubern señala también el caso narcisista de Dorian Gray: “En el caso de Dorian Gray su narcisismo es un rasgo central de su personalidad esteticista. Y su patología narcisista obra un prodigio, que constituye el núcleo fantástico de la novela: la anulación del deterioro físico”. GUBERN MÁSCARAS p. 24

(3)Graves, Robert. Los mitos griegos. 1. Alianza Editorial nº 1110, Ed. Alianza. Madrid 1995 (1ª Ed. 1985), ver p. 387-389. Sin embargo, deberíamos entender el mito de Narciso como una forma de ilusión visual: “Un fascinante ejercicio de representación ilusionista es seguir el contorno de nuestra propia cabeza vista en la superficie del espejo [del baño], y luego limpiar el área encerrada por el contorno. Una vez hecho esto, en efecto, nos damos cuenta de lo pequeña que es la imagen que nos da la ilusión de vernos «cara a cara». Para ser precisos, tiene que tener exactamente la mitad del tamaño de la cabeza. No tengo la intención de aburrir al lector con la demostración geométrica de este hecho, aunque básicamente es sencilla: ya que el espejo parecerá siempre situarse a la mitad de la distancia entre mi persona y mi reflejo, la dimensión en su superficie será la mitad de la dimensión aparente. Pero por muy convincente que resulte la demostración mediante triángulos semejantes, la afirmación es acogida generalmente con franca incredulidad. Y a pesar de toda la geometría, yo mismo sostendría tozudamente que realmente me veo la cabeza (de tamaño natural) al afeitarme, y que el tamaño de la figura en la superficie del espejo es el fantasma. No puedo nadar y guardar la ropa. No puedo disfrutar de una ilusión y observarla.” GOMBRICH, E. H. Arte e ilusión. Editorial Debate. Madrid 1998 (Ed. Orig. 1959)

(4)NEWHALL, BEAUMONT. Op. Cit. p. 32.
(5)GAUTHIER, GUY. Veinte lecciones sobre la imagen y el sentido.  Col. Signo e Imagen .Nº 22. Ed. Cátedra. Madrid. 1986. Cit. p. 74.

No hay comentarios:

Publicar un comentario