IV. Parecía que
había amanecido una nueva aurora, no sólo desterrada la tiranía que nos había
tenido sojuzgados, sino también el miedo de volver a ella: y dio a la república
una gran prenda de que quería la libertad de la ciudad, con haber desterrado
del todo el nombre de dictador, que muchas veces había sido justo, por la
reciente memoria de la dictadura perpetua.
V. Pocos días
después fue librado el senado del peligro de ser pasado a cuchillo y se llevó
al suplicio a aquel fugitivo, que había usurpado el nombre de C. Mario. En
todas estas cosas obró Antonio de acuerdo con Dolabela: otras hizo éste por sí
solo, en que creo le hubiera acompañado su colega, de no estar ausente. Porque
como el mal cundiese sin término, y se difundiese de día en día, quemando
imágenes de César en la plaza los mismos que habían hecho aquella sepultura
vacía o sin cuerpo, y amenazando a
las casas, y templos cada día mas, y más los perdidos con esclavos tan malos
como ellos, fue tal el castigo que ejecutó Dolabela así en los osados y
perversos esclavos, como en los impuros, y malvados ciudadanos, y tal la ruina
de aquella maldita columna, que extraño cómo va tanto del tiempo siguiente a
aquel día.
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