lunes, 19 de diciembre de 2011

CICERÓN: FILÍPICA I



IV. Parecía que había amanecido una nueva aurora, no sólo desterrada la tiranía que nos había tenido sojuzgados, sino también el miedo de volver a ella: y dio a la república una gran prenda de que quería la libertad de la ciudad, con haber desterrado del todo el nombre de dictador, que muchas veces había sido justo, por la reciente memoria de la dictadura perpetua.

V. Pocos días después fue librado el senado del peligro de ser pasado a cuchillo y se llevó al suplicio a aquel fugitivo, que había usurpado el nombre de C. Mario. En todas estas cosas obró Antonio de acuerdo con Dolabela: otras hizo éste por sí solo, en que creo le hubiera acompañado su colega, de no estar ausente. Porque como el mal cundiese sin término, y se difundiese de día en día, quemando imágenes de César en la plaza los mismos que habían hecho aquella sepultura vacía  o sin cuerpo, y amenazando a las casas, y templos cada día mas, y más los perdidos con esclavos tan malos como ellos, fue tal el castigo que ejecutó Dolabela así en los osados y perversos esclavos, como en los impuros, y malvados ciudadanos, y tal la ruina de aquella maldita columna, que extraño cómo va tanto del tiempo siguiente a aquel día.

VI. Porque he aquí que el día primero de junio, para el que había mandado que concurriesemos, ya estaba todo mudado: nada se hacía por medio del senado: él por sí solo determinaba en muchos asuntos, y de importancia, y sin dar parte al pueblo, y contra su, voluntad. Los cónsules nombrados decían que no se atrevían a concurrir al senado: nues­tros libertadores carecían de aquella ciudad, de cuya cerviz habían quitado el yugo de la servidumbre, en medio de que mismos cónsules en las juntas del pueblo  y en todas las conversaciones los alababan. Los que se llamaban veteranos, por quienes este orden había mirado con el mayor cuidado, eran incitados no a la conservación de lo que ya tenían,  sino a nuevas esperanzas. Queriendo pues yo más oír, que ver semejantes desórdenes, teniendo facultad para ir de legado a donde quisiese, me marché, con ánimo de estar aquí para el primero de ene­ro, en que parecía que comenzaría a juntarse el senado.

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