jueves, 22 de diciembre de 2011

Erasmo de Rotterdam - Elogio de la locura


Capítulo XVI
Pero ya es hora de que, a ejemplo de Homero, dejemos el cielo y
volvamos a la Tierra para ver en ella que nada hay alegre ni feliz que no se deba a mi favor. Observar primeramente con cuánta solicitud ha cuidado la naturaleza, madre y artífice del género humano, de que nunca falte en él el condimento de la estulticia.

En efecto, según la definición de los estoicos, si la sabiduría no es sino guiarse por la razón y, por el contrario, la estulticia dejarse llevar por el arbitrio de las pasiones, Júpiter, para que la vida humana no fuese irremediablemente triste y severa, nos dio más inclinación a las pasiones que a la razón, en tanta medida como lo que difiere medía onza de una libra. Además relegó a la razón a un angosto rincón de la cabeza, mientras dejaba el resto del cuerpo al imperio de los desórdenes y de dos tiranos violentísimos y contrarios: la ira, que domina en el castillo de las entrañas y hasta en el corazón, fuente de la vida; y la concupiscencia, que ejerce dilatado imperio hasta lo más bajo del pubis.

La vida que llevan corrientemente los hombres ya evidencia bastante
cuánto vale la razón contra estas dos fuerzas gemelas, pues cuando ella clama hasta enronquecer indicando el único camino lícito y dictando normas de honestidad, éstas mandan a paseo a su soberana y gritan más fuerte que ella, hasta que, cansada, cede y se rinde.

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