miércoles, 28 de diciembre de 2011

Kafka en la orilla.


Aparte de mi trato con los monitores del gimnasio y con la asistenta que venía a casa cada dos días, y dejando de lado las cuatro palabras indispensables que intercambiaba en la escuela, yo apenas hablaba con la gente. A mi padre hacía ya mucho tiempo que lo evitaba. A pesar de vivir en la misma casa, nuestros horarios eran completamente diferentes y, además, mi padre se pasaba el día encerrado en su taller, en un lugar separado. Y no hace falta decir que yo tenía siempre la precaución de no coincidir con él.
Yo iba a una escuela privada adonde, por lo general, acudían hijos de familias de la clase alta o, como mínimo, adineradas. A no ser que lo hicieras muy mal, podías pasar directamente al bachillerato. Todos tenían una bonita dentadura, la ropa limpia, la conversación aburrida. Yo, por supuesto, no gozaba de grandes simpatías. Había levantado un alto muro a mí alrededor y hacía lo imposible para que nadie se metiera dentro y para no tener que dar yo un paso fuera de él. Y este tipo de personas no suele gustar a nadie. Frente a mí, todos guardaban una distancia prudencial, jamás bajaban la guardia. Tal vez me detestasen y, en algunas ocasiones, me temieran. Pero era de agradecer que no me hicieran caso. Solo, tenía un montón de cosas que hacer. En las horas libres me iba a la biblioteca y devoraba un libro tras otro. 
Con todo, prestaba una gran atención a las clases. Era algo que el joven llamado Cuervo me había aconsejado encarecidamente que hiciera.
Los conocimientos o habilidades que te enseñan en las clases de secundaria no se puede decir que tengan una gran utilidad en la vida diaria, eso seguro. Y los profesores son en su gran mayoría un hatajo de estúpidos. No me cabe la menor duda. Pero ¿sabes? Tú vas a irte de casa. Por lo tanto, en el futuro quizá no vuelvas a tener la oportunidad de pisar la escuela, así que, mientras puedas, es mejor que te metas en la cabeza todo lo que te enseñen, te guste o no. Tienes que ser como un papel secante y absorberlo todo. Qué debes guardar y qué debes tirar, eso ya lo decidirás más adelante.

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